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¿Por qué la prevención no resulta atractiva?

Casi todos los técnicos de prevención con los que hablamos terminan diciéndonos, tarde o temprano, la misma frase:

«Es que no me hacen caso».
 

Y no suele ser una queja vacía. Detrás hay horas de trabajo, formaciones preparadas, revisiones de procedimientos, informes, campañas internas… y, aun así, la sensación de que el mensaje no termina de calar en quienes realmente tienen que convivir con él: los trabajadores.

Si miramos solo desde el lado técnico, puede parecer incomprensible. Hablamos de seguridad, de salud, de evitar daños. ¿Cómo no va a resultar importante? Pero una cosa es que sea importante y otra muy distinta es que resulte atractiva. Y ahí es donde, muchas veces, se rompe la conexión.

Antes de pensar en cómo comunicar mejor, hay un paso previo que casi nunca nos paramos a trabajar: entender a quién le estamos hablando. Igual que en marketing, antes de crear una campaña hay que conocer a tu posible cliente y preguntarnos con honestidad: ¿a qué público vamos dirigidos?

La prevención vista desde “el otro lado”

Si cambiamos de perspectiva y nos colocamos en el lugar del trabajador, la prevención adopta matices muy diferentes.

Para muchos, se asocia a:

  • Tiempo que se “resta” a la producción para asistir a formaciones
  • Documentación que llega desde fuera de su realidad cotidiana
  • Normas que parecen chocar con la forma en la que se hace el trabajo cuando “hay prisa”

El trabajador no entra por la puerta pensando en el plan de prevención. Entra pensando en:

  • Llegar puntual
  • Sacar el trabajo sin problemas
  • No tener conflictos ni con compañeros ni con mandos
  • Poder irse a casa con la sensación de haber cumplido

Cuando la prevención aparece principalmente en forma de requisitos, prohibiciones o exigencias, es bastante lógico que se viva como algo impuesto, más cercano al control que al cuidado. No es que “pasen de todo”; es que su foco, sus prioridades y sus urgencias están en otro sitio.

El contenido de la prevención compite con el de las demás cosas

Aquí viene otra parte incómoda de asumir: lo que contamos en prevención compite con todo lo demás que está reclamando atención en la cabeza de esa persona.

Estamos viviendo un cambio brutal en cómo funciona la atención. Dopamina en anuncios, vídeos, contenido en redes sociales, un deslizar continuo de lo que deja de interesarnos. El desarrollo de cualquier contenido (da igual si es ocio, formación o prevención) ya se hace contando con que el tiempo de atención se acorta cada vez más. Dicho mal y pronto: nuestro cerebro está frito.

¿Y qué implica eso? Que, aunque tengamos al trabajador físicamente delante, tenemos que dar por hecho que no todo lo que digamos va a ser escuchado. Porque hemos desarrollado una capacidad tremenda para “deslizar mentalmente” incluso cuando seguimos ahí sentados: cambiar de tema por dentro, aunque por fuera estemos mirando.

Por eso, más que enfadarnos porque “no escuchan”, necesitamos hacernos esta pregunta incómoda:

‘¿Qué hace que esta persona “deslice” y pase de lo que le estamos contando?’

Cada trabajador tiene su propio ranking de prioridades: el volumen de trabajo que le queda, la bronca que quiere evitar, el contrato temporal, el cambio de turno, el problema que trae de casa… Nuestra prevención entra en esa lista y, casi siempre, entra por detrás.

No se trata de resignarnos, sino de ser realistas. Si sabemos que sus prioridades son otras (porque lo son, no porque “deberían” ser distintas), entonces la forma de contar lo que queremos que se le quede tiene que cambiar:

  • Ir más al grano.
  • Bajar la teoría y subir ejemplos que toquen su realidad directa.

En resumen: dejar de asumir que nos van a escuchar “porque es importante” y empezar a diseñar nuestros mensajes sabiendo que compiten con todo lo demás que está pasando en su cabeza y en su jornada.

Cuando aceptamos esa realidad, dejamos de culpar tanto al trabajador… y empezamos a hacernos la pregunta clave:

“Con el poco espacio de atención que tiene, ¿qué vamos a decirle y cómo se lo vamos a decir para que, al menos, una idea se le quede de verdad?”.

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